
Ayer, hoy y después y otros poemas de Estanislao del Campo
Estanislao del Campo
Ayer, hoy y después
AYER
Así como el Inca ferviente adoraba
La faz deslumbrante del fúlgido sol,
Así, con el alma de amor impregnada,
Así te amé yo.
HOY
Así como el rayo de luz, desmayado,
Que envía postrero la aljaba del sol
Adora a la rosa de cándido seno,
Así te amo yo.
DESPUÉS
Así como el sauce que envuelven las sombras
Amará el destello primero del sol,
Así, luz de mi alma, mi bien, mi esperanza,
Te adoraré yo.
¡Que se lo cuente a su madre!
Que al ricacho don Rufino
Le lleven, día por día,
A la niñita Sofía,
Que le llama mi padrino,
Y hoy le largue un macuquino,
Y mañana una gorrita,
Y algo más para mamita
Y me niegue que es el padre,
¡Que se lo cuente a su madre!
Que la señorita Elena
Deje, noche a noche, al can,
En un oscuro desván,
Encerrado con cadena,
Porque el oído le atruena
De noche con los aullidos,
Y sus nervios, doloridos,
No pueden sufrir que ladre,
¡Que se lo cuente a su madre!
Que el compadre de Ramón
Se muestre tan complaciente,
Que hasta el agua le caliente
Cuando quiere un cimarrón,
Y le ensille el mancarrón,
Y hasta le alcance el sombrero,
Y me jure el majadero
Que ni mira a su comadre,
¡Que se lo cuente a su madre!
Que a la viudita María,
La del velo y el mantón,
Le ofrezcan una reunión
De déle piano hasta el día,
Y frita en melancolía,
Diga: —Aunque yo a las reuniones
No voy llevando ilusiones,
Hagan lo que más les cuadre—.
¡Que se lo cuente a su madre!
¡Adiós!
A Lucila,
antes de ir a un duelo
De pesar una lágrima sentida
No brote, no, de tus hermosos ojos:
¿Por qué llorar mi muerte si mi vida
Era un erial de espinas y de abrojos?
No puede ser mi luz el dulce brillo
Que derrama en efluvios tu pupila,
Y es mi infierno el que irradia del anillo
Que otro en tu mano colocó, Lucila.
¿Qué iba a hallar este pobre peregrino
A un desierto sin término lanzado?
¿Adelfas y cicuta en su camino?
¡Oh, no las hay en el sepulcro helado!
En el mar proceloso de la vida
El amor es el puerto de bonanza;
¿Y a dónde guiar mi nave combatida
Si mi amor es amor sin esperanza?
¡Venga el rayo de plomo, que hoy por suerte
Sobre mi frente, amenazante oscila;
Y en la mansión oscura de la muerte
La paz recobre el corazón, Lucila!
Última lágrima
Consumatum est!
JESUCRISTO
¡Ya todo se acabó!… Dejad que el pecho
Por un instante con mi mano oprima,
Dejad que el llanto de mis ojos corra,
Dejad que mi alma sollozando gima.
Es, señora, mi llanto postrimero,
Llanto del triste corazón herido,
Es mi último sollozo en este mundo,
Es en la tierra mi postrer gemido.
Llorar al pie de un túmulo, señora,
Nunca del noble corazón fué mengua;
Pues con el llanto el sentimiento dice
Lo que decir no puede con la lengua.
La antorcha que encendieron en el ara,
A cuyo pie fijasteis vuestra suerte,
A mis ojos, señora, sólo ha sido
El amarillo cirio de la muerte.
En la blanca guirnalda, que al cabello
Prendieron vuestras manos delicadas,
Mis ojos sólo han visto flores tristes
Sobre el paño de un féretro arrojadas.
En el sí que dijeron vuestros labios
Sólo oí el estertor de una agonía,
El rechinar del enmohecido gozne
De un helado sepulcro que se abría.
;Ya todo se acabó!… Dejad que el pecho
Por un momento con mi mano oprima,
Dejad que el llanto de mis ojos corra,
Dejad que mi alma sollozando gima.
⁂
¡No lloro ya!… La piedra funeraria
Para siempre cayó pesada y fría…
¡Las losas de las tumbas nunca lloran,
Y una tumba es, señora, el alma mía!